viernes, 5 de junio de 2009

Tatuajes

Fue el verano pasado, un día que me dio por ponerme una calcamonía y bajar a la piscina de casa, cuando pensé en la posible comercialización de este tipo de productos dentro del catálogo de merchandising de cualquier entidad deportiva. Paseando con el torso desnudo alrededor del vaso con un tatuaje falso de perfil infantil, sentí cierta vergüenza pero imaginé que la situación sería distinta si, en lugar de esa absurda pegatina, llevase el escudo del Liverpool (mi equipo) o algo por el estilo.

No había vuelto a ocuparme de este asunto hasta que vi el sexto partido de la serie de los play-offs de la NBA que disputaron los Nuggets y los Lakers. Chris Andersen es un jugador que encandila a la afición por su entrega y sus extravagancias, entre las que destacan su pelo peinado en forma de cresta y, sobre todo, los dibujos que adornan casi toda su piel (es algo así como un Dennis Rodman blanco). Por eso la gente le imita en el contexto del pabellón, donde nadie va a mirar mal a nadie por llevar una ridícula cresta o unos brazos falsamente tatuados. Si los americanos lo hacen, es que aquello sobre lo que reflexionaba hace cosa de un año tiene un público y por lo tanto, se puede vender. Tomen nota.

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