
Aunque es cierto que había (y hay) aspectos mejorables, este cuento siempre me pareció una gran mentira. Si el baloncesto tuvo en su día un tirón mayor que el fútbol, fue gracias a tipos como David Rusell, Mike Philips o Claude Riley, los cuales tenían mucho más gancho que el producto nacional, representado por gente tal que Vicente Gil, Samuel Puente o Iñaki Garayalde (por poner unos ejemplos y con todos mis respetos para ellos). Y por aquel entonces el Manresa era fácilmente reconocible por TDK, el nombre de su patrocinador. Entonces, se preguntarán algunos, ¿dónde estaba el problema? Pues el problema, a mí modo de ver, estaba en gran medida en ese sector de la prensa, incapaz de contar las maravillas que nos depara siempre la liga ACB y el deporte de la canasta en general, consecuencia de su compulsiva obsesión por el fútbol y el Real Madrid. Y lo más triste es que el problema sigue estando ahí. Por eso en la segunda cabecera deportiva más importante del país, no le dedicaron la portada a la selección de baloncesto el día en que acababa de ganar un campeonato de Europa. Pero la culpa seguirá siendo del producto. Claro.
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